El comentarista


            Alguna razón escatológicamente técnica tal vez pueda explicar la ausencia del relator, pero no es algo que nos interese. Nada cambia el porqué de su retirada justo antes del comienzo del partido.
            Tato quedó solo frente a su correspondiente micrófono y miró desentendido la silla de su compañero que, sin explicaciones, abandonó el palco de prensa corriendo.
            Giró la cabeza buscando respuestas del sonidista, que lo miraba igualmente desentendido. El productor no estaba allí por haber salido corriendo tras el relator.
            Gimnasia-Rafaela comenzaría en minutos. Los jugadores ya estaban por salir a la cancha para saludar.
Desde atrás, a varios pasos, el productor, que ya había regresado sin el relator, le ordenó con palabras dudosas e imperativas que se hiciera cargo en cuanto volvieran de la breve publicidad grabada de los alfajores triples.
Todo esto no sería nada singular si no fuera por la seriedad con que Tato se tomaba su rol de comentarista. Él jamás pisaría el terreno de los relatores. Estaba allí para comentar, no para relatar. Si en algo era estricto era en eso. “¡Aire!”, le gritaron y los tres dedos extendidos del sonidista iban enrulándose uno a uno a razón de un segundo hasta quedar solamente un puño amenazante.
“La gente del Lobo aplaude casi con desesperación. Esto parece una final… Y es que es una final para estos dos equipos: la segunda de dos finales. Hay caras de preocupación en la tribuna de Gimnasia que, recordemos, pelea el descenso.”
“La gente de Rafaela aplaude como si esto ya fuera una fiesta. Es notorio cómo quieren a su número diez.”
Así inició la trasmisión, propiamente dicha, del partido. Luego sonó el pitazo inicial del réferi y Tato apoyó el micrófono en la tabla que servía de mesa. El productor, a sus espaldas, se arrastraba las palmas de las manos por la cara. Hubo dos minutos de toqueteo tímido en la salida de Gimnasia que los oyentes que no habían cambiado de radio tuvieron que imaginar. Por fin Tato agarró el micrófono y quebró el silencio: “¡Epa! Es para verla de nuevo”, dijo tras un choque que el réferi no consideró ilegal. El productor le revoleó la carpeta que tenía en sus manos y se fue a las puteadas. Tato creyó entender perfectamente el enojo de su colega, pero no por qué se la agarraba con él. Supuso que iba a traer de los pelos al irresponsable desertor.
Estaba ansioso por intervenir, pero nada podía agregar al tácito relato que no fueran estadísticas a ojo que iba improvisando como “Hasta aquí Gimnasia tiene la posesión del balón” o algunas más precisas como la cantidad de amonestados de uno y otro equipo. Pero comentaristas duchos como él tenían a mano siempre truquitos del oficio como repasar los suplentes y las lesiones que los habían dejado en el banco. Tantas veces los nombró que uno podía deducir quién estaba jugando por descarte.
“¡Se está calentando el partido!”, se atrevió a comentar sin mayores detalles mientras nombraba por tercera vez al arquero suplente de Rafaela, que había cumplido años el día anterior.
A esas alturas, los pocos oyentes que permanecían atentos al confuso partido eran los amigos y familiares de Tato, que más tarde se enteraron que Gimnasia logró permanecer en primera y que Tato fue arrancado del micrófono al sonar el pitazo final. Sus últimas palabras al aire fueron: “¡Un partido que quedará para la historia!”



Juan Griss

4 comentarios:

Constanza Chasco dijo...

Muy bueno! jajaja

Rebeca dijo...

Adhiero al comment anterior!!!!! Pobre Tato!!!!

Tango D. dijo...

Una genialidad, loco. Dolineano. Fontanarrosista. Felicitaciones. Me gustó mucho el blog. Sería zarpado conseguir los mejores momentos de ese audio, jajaja. Si te pinta, pegate una vuelta por el mío. Abrazo. Y felicitaciones nuevamente.
www.lagalaxiadelospanes.blogspot.com

Unknown dijo...

No puedo dormir. El blog del profe me salvo.
Me gusta!
Saludo.